The Guardian: Top five regrets of the dying
Permitase ser más feliz, hoy.
La vejez pudiera no ser feliz, pero debería al menos ser digna en todos sus aspectos. Esto debe ser un objetivo muy claro para cada ser humano.
Muchas veces es dificil, para las personas, ubicarse dentro del ámbito de su propia transitoriedad. Un ejemplo es la negativa, muy común, a hablar de ciertos temas concernientes a la muerte o incluso a la misma vejez.
Hay quienes se niegan a vigilar, o incluso a planificar, su propio estado de salud, básicamente por que no se atreven a enfocarse objetivamente en el tema bde su propoio proceso vital.
Esas actitudes impiden que la persona planifique racionalmente aquello que concierne directamente a su futuro, por lo cual, hablar de prevención o planificación, se convierte en un tabú.
Pero lo cierto es que planificar y prevenir son o deberían ser, parte crucial del devenir de la existencia humana, una etapa básica que debería priorizar cuidados primarios de salud para mantener una vida sana, que valga la pena ser vivida.
El objetivo es lograr una vida sin dolor, sin enfermedad o discapacidad, que permita a la persona valerse por sí misma sin depender de otros. Ser libre y conservar la capacidad de elegir.
La realidad es que esa sensación de eterna juventud, con la que crecen muchas personas, impide tomar conciencia de la fugacidad de la vida. De la fragilidad de la existencia humana en todos sus ámbitos.
La conciencia plena sobre el ciclo de la vida permite a cada persona luchar para lograr lo que considere necesario para vivir a una vejez feliz. Para llegar al final del camino y sentir que la jornada fue buena.
Algunas personas alcanzan un grado de lucidez que les permite planificar su vida cuando aún están a tiempo de decidir o modificar su camino, de acuerdo a sus recursos y prioridades. Eso incluye además encontrar un propósito de vida que de paz y artmonía.
Lo cierto es que para algunas personas ese estado de conciencia llega realmente al final. Cuando el tiempo ya se ha agotado.
Y desafortunadamente, tiempo es todo lo que vamos a tener tener.
Hay culturas que reconocen y valoran de manera especial el hecho de que los humanos, estan de tránsito.
¿Cuánto durará la jornada? Eso es algo bastante incierto.
¿De qué manera la viviremos? Eso es algo que si se puede elegir, dentro de todas las limitaciones que pueda imponer el contexto personal de cada quien.
Conocerse uno mismo es parte esencial del proceso de estar vivo.
Que una persona comprenda sus propias necesidades, es un principio básico que permite asimilar e interactuar con el mundo externo. Puede ser el principio del bienestar y la paz con uno mismo y con los demás.
Una vejez precaria o aquejada por limitaciones físicas o espirituales puede reducir la más gloriosa juventud a nada.
Lo cual deja bien claro que no se trata solamente de sentimientos. La objetividad y el sentido común son esenciales.
Es necesario construir una vida que soporte materialmente la vejez de manera adecuada. Las personas deben ser conscientes de que durante la juventud deben prever y construir el soporte económico para una vejez digna y tranquila.
La Soledad
La soledad puede ser un mal común durante los años viejos y puede causar mucha tristeza, pero la carencia de un buen par de medias en invierno puede producir también, un desasosiego indescriptible.
La vejez pudiera no ser feliz, pero debería al menos ser digna en todos sus aspectos. Esto debe ser un objetivo muy claro para cada ser humano.
Hay una constante obsesión por afirmar que lo más importante es el presente, y la gente se esmera en vivir según lo exige el ritmo de su vida actual.
Pero debe reconocerse a tiempo, el hecho de que inevitablemente eso que ahora parece tan lejano y ajeno, como es la vejez, la enfermedad o la muerte, forman parte de la vida, y que llegaran, de todas maneras.
Hacia allí conduce el camino y quizás la certeza de que se va a llegar a ese punto inevitablemente, pueda convertirnos en mejores seres humanos.
Quizás pueda ayudar a ver lo que realmente es importante. Tal vez entonces las personas puedan ser más compasivas y solidarias con ellas mismas.
Mientras tanto el tema es asunto de cada quien.
Debajo, cinco de los arrepentimientos más comunes, de quienes saben que estan muriendo
Los Cinco Principales Arrepentimientos antes de morir
En el libro “The Top Five Regrets of the Dying” o Los Cinco Principales Arrepentimientos del Moribundo, la australiana Bronnie Ware, quien trabajó por varios años en el área de cuidados paliativos, que es el campo dedicado al cuidado y soporte médico y psicológico, a pacientes con enfermedades terminales, nos da a conocer algunos de los pensamientos que ocupan la mente de quienes están a punto de morir.
Este libro recopila la observación factual de quien efectivamente estuvo junto a muchos pacientes en este trance. Estos son los cinco arrepentimientos mas frecuentes de personas que saben que van a morir:
1- Desearía haber tenido el coraje de vivir la vida que yo quería, no la vida que otros deseaban para mi.
Este es el primer arrepentimiento. El vacío de reconocer que se ha vivido la vida según el deseo de otros. De quien pasó la vida paralizado por el miedo a fallar o fracasar. Esto se traduce tristemente en una vida vivida sin hacer aquello que proporcione satisfacción parsonal.
Pensar cómo habría sido la vida, si se hubiera tenido el coraje de hacer algo trascendental que sea realmente importante y valioso para la persona misma.
Este reconocimiento puede ser realmente devastador.
Fue el miedo patológico a vivir, a usar la capacidad de libre albedrío que corresponde a la naturaleza humana.
2- Desearía no haber trabajado tanto.
Es el segundo arrepentimiento. Es el lamento por el tiempo perdido esperando el momento adecuado para disfrutar de esas pequeñas experiencias de lo cotidiano, la familia, los amigos o simplemente la alegría por la propia existencia.
El irreparable hecho de haber ignorado que la felicidad y la paz suelen estar en el camino, no al final del mismo.
3- Desearía haber tenido el coraje de expresar mis sentimientos.
Este arrepentimiento y está ligado a no haber sido lo suficientemente valerosos para aceptar y defender los propios sentimientos, sin caer en la trampa de las propias inseguridades o el aferrarse ciegamente a la creencia de que esto o aquello podrá hacerse "después".
La eterna trampa de esperar a que llegue el momento “adecuado” para ser feliz.
Debería haber mantenido contacto con mis amigos y seres queridos.
Es el cuarto arrepentimiento. El que queda colgado en el viento cuando llega el momento de partir.
Es la palabra que no se dijo. La carta que no se envió. Ese viaje siempre postergado.
El abrazo que se dió. O que nos negamos a recibir. Ignorado o negado. Cuántas veces negamos un abrazo?
La ilusa magnificación del mañana. Eso que se atesoró todo el tiempo y que al final quedará escondido en un rincón.
Aquello que finalmente nunca se usó. Perdido e irrecuperable por siempre.
La incapacidad de dejar ir lo vano y reconocer lo que es realmente valioso.
O tal vez aquello que simplemente se tuvo el coraje de compartir.
El quinto arrepentimiento, que parece el corolario a los anteriores:
Desearía haberme permitido ser más feliz.
Así de simple.
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